“Eso nunca funciona,” me dijo.
“¿A qué te refieres?” pregunté.
“Pues es que hay tan poca tierra hoy día que podemos permitirnos dejar sin utilizar.”
Yo estaba algo confundida, como quizá estás tú ahorita también preguntándote a dónde va todo esto. Esta conversación sucedió hace algunos meses en Austria con otro estudiante de ciencias naturales. Discutíamos proyectos de conservación alrededor del mundo, y compartí sobre algunos proyectos que se llevan a cabo en mi país, Guatemala. Pero yo seguía diciendo “conservación” y de regreso seguía recibiendo miradas confundidas. Eventualmente le dije: “Creo que estamos hablando de cosas distintas.”
Si entendemos la conservación como “intocable”, entonces definitivamente no estamos en la misma página.
Hace varios años, durante mis estudios de pregrado en Guatemala, aprendí sobre la biología de la conservación como una rama muy multidisciplinaria que requiere de intervención humana y un enfoque participativo de todas las partes interesadas o afectadas. Aprendíamos que, como biólogas, nuestro trabajo era tan sólo un pedacito del gran rompecabezas de la conservación. No se trataba de “preservar” la naturaleza sin tocarla en absoluto. Tuve la oportunidad de ver esto de primera mano en nuestros viajes de campo, en donde realizábamos monitoreos de vida silvestre y presentábamos nuestros resultados a las personas locales.
Un ejemplo que recuerdo con mucho cariño fue en una Reserva Natural Privada que manejan como un sistema agroforestal. Debo aclarar aquí que los sistemas agroforestales en la mayoría de países del trópico implican un sistema de manejo muy distinto a lo que se considera “agroforestal” en Europa Central. Luego de dos viajes de campo en distintas estaciones para monitorear la vida silvestre de la reserva, llevamos los resultados de vuelta a las personas de la reserva: los administradores, los guardaparques, los guías turísticos. Pero no fue únicamente el dar una presentación, sino llevar a cabo talleres en donde ellos eran las principales voces, decidiendo qué hacer en la reserva basándose en nuestros resultados y recomendaciones, diciéndonos qué podría ser posible y qué no, y qué preferirían ellos. Después de todo, ellos conocen mucho mejor que nosotros el área y el trabajo del día a día en la reserva.
Otra experiencia que recuerdo muy bien fue cuando un profesor mencionó un proyecto de salud reproductiva de la mujer y las niñas en la costa del Atlántico de Guatemala como un exitoso proyecto de conservación. Al inicio me preguntaba, ¿qué tiene eso que ver con conservación? Las mujeres son generalmente en quienes ponemos nuestra confianza para varias tareas en una familia o comunidad. En ocasiones son las que administran la tierra, los cultivos, y toman las decisiones sobre los alimentos de un hogar, entre otras cosas (sin confundir esto con el poder económico). Por lo tanto, el empoderamiento de las mujeres también empodera y fortalece a las comunidades, la organización como tal, y beneficia a los esfuerzos de conservación a su alrededor (este proyecto era en comunidades aledañas a áreas protegidas). Otro aspecto relacionado tiene que ver con la famosa pirámide de Maslow en el campo de la psicología: si como seres humanos tenemos nuestras necesidades más básicas satisfechas, podemos empezar a preocuparnos por otras cosas, como el trabajo en conservación. (Para más detalles sobre este proyecto específico al que me refiero, entra a este enlace; actualización del 2020: en este enlace hay otra mención reciente de este proyecto)
Pero volvamos al 2018. Descubrí entonces que mi colega Austríaco pensaba de la conservación como preservación. Ahora hacía sentido por qué se oponía. Yo, también, me opongo a ese concepto de preservación. Esta confusión me llevó a reflexionar sobre cómo se entienden estos conceptos y a escribir este artículo.
El concepto moderno de conservación
De acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)—y a propósito elegí citar su documento de 1980 “World Conservation Strategy” a pesar de sus más recientes publicaciones con la intención de mostrar que esto no es un concepto tan novedoso—, la conservación es “la gestión del uso humano de la biósfera de modo que pueda producir el mayor beneficio sostenible para las generaciones presentes, manteniendo al mismo tiempo su potencial para satisfacer las necesidades y aspiraciones de las generaciones futuras”. ¿Suena familiar? Siete años más tarde esta sería también la definición de “sostenibilidad” adoptada en el Informe Brundtland en 1987: “Sostenibilidad: satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Michael Soulé, a quien a menudo se le atribuye el definir la biología de la conservación moderna, la describió como: “la biología de especies, comunidades y ecosistemas que se ven perturbados, directa o indirectamente, por actividades humanas u otros agentes. Su objetivo es proporcionar principios y herramientas para preservar la diversidad biológica.” Fundamentalmente, la conservación requiere intervención humana, no un enfoque de “no intervención”. El artículo de Soulé también destaca la conservación como una combinación de ciencia y arte que exige colaboración entre disciplinas y sectores.
La conservación es un proceso. Implica gestión, intervención y colaboración, incorporando apoyo público y avances tecnológicos. Sin embargo, casi 40 años después de la estrategia de 1980 de la UICN, muchos todavía perciben la conservación y el desarrollo como fuerzas opuestas. En realidad, el desarrollo depende de recursos básicos derivados de los procesos de los ecosistemas. Como señalaron Kareiva y Marvier (2012), “los científicos ahora reconocen ampliamente que vivimos en un mundo dominado por los humanos y, por lo tanto, los fundamentos científicos de la conservación deben incluir una consideración del papel de los humanos“. En el siglo XXI, la conservación tiene como objetivo proteger la biodiversidad y mejorar el bienestar humano.
Las raíces coloniales de la preservación-conservación
Muchas comunidades en el Sur Global siguen siendo escépticas con respecto a la conservación debido a su pasado colonial (y no me refiero a los 1500s; tan reciente como en los años 60 y 70, con el inicio del movimiento medioambiental en Estados Unidos, se cometieron muchísimos errores Norte-Sur en este tema). Históricamente, después de que algunos países del Norte Global se dieron cuenta de los problemas que se habían provocado al destruir sus bosques, canalizar sus ríos, y realizar otras reingenierías naturales que resultaron más dañinas que beneficiosas o tuvieron efectos impredecibles, y creyeron tener el derecho de decirles a comunidades del Sur Global qué hacer, incluyendo prohibirles usar sus propias tierras para fines de conservación. Hasta el día de hoy, en varios países de América Latina, la palabra “conservación” puede generar aversión en áreas rurales, ya que las personas temen perder (nuevamente) sus derechos sobre la tierra u otros beneficios. Entendiblemente.
Los esfuerzos de conservación fracasan si no implican a las comunidades locales como beneficiarias y guardianas de estas iniciativas, incluyéndolas desde el inicio. Los mejores programas son liderados por las comunidades, empoderan a los actores locales, y fomentan una colaboración genuina en lugar de imponer los intereses de otros.
Desafortunadamente, los primeros esfuerzos de conservación occidentales a menudo ignoraron los conocimientos indígenas y las necesidades locales. Las organizaciones y gobiernos del Norte Global abordaron al Sur Global con una mentalidad paternalista, dictando cómo deberían manejarse las tierras o insistiendo en que “no se toquen en absoluto” para evitar repetir los errores que ellos mismos cometieron. Sin consideración alguna del manejo local. Esta historia ha dejado un legado de desconfianza.
Podemos comparar esto con las razones por las cuales tantas COP climáticas han fracasado. Antes del Acuerdo de París (2015), las propuestas de las COP tenían un enfoque muy vertical, colocando más responsabilidad sobre los países del Sur Global de la que realmente tienen y esperando que aceptaran medidas que dificultaban su desarrollo con el fin de no agravar un problema causado principalmente por el Norte Global, mientras que el Norte hacía poco para reducir sus propias contribuciones al problema.
Avanzando en la conservación
El concepto de conservación ha evolucionado, influenciado por perspectivas multidisciplinarias y un reconocimiento creciente de la interconexión entre los humanos y la naturaleza. Desde conceptos como la capacidad de carga de los ecosistemas hasta la creación del Convenio sobre la Diversidad Biológica (1992) y el marco de límites planetarios (2009), la ciencia de la conservación continúa adaptándose a un mundo en rápido cambio.
Hoy, el desafío radica en abordar los conceptos erróneos, integrar los conocimientos, prácticas y deseos indígenas, y garantizar una colaboración y financiamiento equitativos. Tener una definición clara puede ser muy útil en la ciencia, pero quizás debamos ser más flexibles y cautelosos con el uso de la palabra “conservación” en la práctica. A medida que seguimos aprendiendo de la historia, podemos aspirar a una conservación que beneficie tanto a las personas como al planeta.
También hay un argumento para conservar la naturaleza por su valor intrínseco, para respetar su mera existencia por el simple hecho de que existe, porque, al final, ¿quiénes somos nosotros para decidir el destino de la multitud de otras especies con las que cohabitamos este planeta? Hay, en parte, una respuesta religiosa a esto (de la que me quejaré en otro momento) y una económica (quizá más), pero yo suscribo la idea de respetar a la naturaleza por su mera existencia. Pero quizás este sea un tema para un futuro artículo.
Y bueno, ¿qué agregarías tú a esto? Sé que hay una historia más compleja que no he incluido en detalle y probablemente otras perspectivas que no he considerado. ¡Déjame saber en los comentarios!
Referencias
IUCN UNEP WWF. 1980. World Conservation Strategy: Living Resource Conservation for Sustainable Development. Switzerland.
Brundtland, G.H. 1987. Our Common Future: Report of the World Commission on Environment and Development. Geneva, UN Document A/42-427.
Soulé, M.E. 1985. What is Conservation Biology? A new synthetic discipline addresses the dynamics and problems of perturbed species, communities, and ecosystems. BioScience. 11 (35) 727-734.
Kareiva, P. & Marvier, M. 2012. What is Conservation Science? BioScience 11 (62) 962-969.
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